Desde que por primera vez vi la película ‘La Guerra de las Galaxias’ junto a mi hermano Fernando allá por 1977, me quedé enganchado de la saga de ´Star Wars’ y… hoy uso el llavero oficial de ‘The Mandalorian‘. Con eso os lo digo todo. Sí, soy un friqui de Star Wars. Pero eso no impide que reconozca que la visión dualista y maniquea de la lucha entre ‘el Bien’ y ‘el Mal’ o entre ‘la Fuerza’ y ‘el Lado Oscuro’ que se propugna en Star Wars no represente la realidad de la naturaleza humana y no sea útil a los que queramos desarrollar una marca personal o personal branding sólido basado en la Inteligencia Emocional tal y como la concebimos en la tercera década del siglo XXI.
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Un niño enfuñurrado
Una de las grandes contribuciones del gran psicólogo suizo Carl Gustav Jung fue el concepto de ese lado oscuro de la personalidad que él denominó la sombra que todos llevamos dentro. Y es que las personas raramente somos los que parecemos. Debajo de esa persona (del latín ‘máscara’) que todos hemos construido para poder funcionar de forma óptima como seres sociales, se esconde un niño enfuñurrado, vulnerable y caprichoso lleno de todo tipo de traumas y complejos no superados que sale a la luz en cuanto rascamos un poco la superficie.
Si no lidiamos con ese niño y lo integramos de forma satisfactoria en nuestra psique, su presencia se hundirá en las arenas movedizas del subconsciente y acechará en las sombras de la personalidad, esperando para surgir de las formas más inesperadas y siniestras. Es entonces cuando se convierte en ese temible y terrible lado oscuro que muchos nos obcecamos en reprimir y negar, pagando un costosísimo precio personal por ello.
El caído en desgracia y obligado a dimitir Presidente de los EEUU Richard Nixon es un excelente ejemplo ilustrativo. Hasta su último día en la Casa Blanca negó con vehemencia que llorara, que guardara rencor o que le importara lo que los demás pensaban de él – es decir, exactamente lo contrario de la realidad, según nos revelaron sus asesores Hadelman y Kissinger entre muchos otros. Este último confesó que a veces el ‘niño Nixon’ parecía tomar las riendas del Presidente, un niño que no había sido amado y protegido por sus padres y que se revelaba inseguro y malhumorado en las famosas cintas del caso Watergate que entre otros gravísimos errores le llevaron a la dimisión.
Al igual que Nixon, todos hemos construido una persona (en el sentido psicológico del término) que trata con mayor o menor acierto de acentuar nuestros puntos fuertes y ocultar nuestras debilidades. Además, muchos de entre nosotros hemos dado un paso más allá y configurado una marca personal (en el mejor de los casos basada en nuestras auténticas fortalezas de carácter), para lograr objetivos profesionales relevantes. Y, al igual que Nixon, poseemos un lado oscuro que odiamos reconocer o examinar.
Este es el lado oscuro que aparece en nuestros sueños. Surge inexplicablemente en momentos de depresión, de ansiedad, de irritabilidad, de dependencia, de sospecha, de comentarios improvisados que después – como sabemos muy bien los que trabajamos en gestión de la reputación y todos los que estamos activos en redes sociales – lamentamos. Y, en ocasiones – tal y como le ocurrió a Nixon – este lado oscuro genera comportamientos altamente destructivos. Siempre podremos echar la culpa a alguna cabeza de turco que tengamos a mano, pero estos comportamiento volverán a presentarse hasta que identifiquemos su fuente.
El lado oscuro sale del armario
Toda estudiante de la marca personal – y de la naturaleza humana en general – debe sacar a su lado oscuro del armario y exponerlo a la luz. Al hacerlo, éste perderá inmediatamente su poder destructivo. Y éste es quizá el mayor error del planteamiento filosófico de Star Wars: el lado oscuro no se derrota; el lado oscuro se examina, se escudriña, se estudia… y al final uno termina haciéndose amigo de él. Siento estropear las escenas finales de batallas épicas con sables láser entre archienemigos de la Fuerza y el Lado Oscuro, pero me temo que parafraseando al Mandalorian podría afirmar que ‘ese (no) es el Camino’.
¿Por qué no? En primer lugar porque esa energía destructiva se puede canalizar en actividad productiva. Ejemplo: puedes hacer que tu dependencia y vulnerabilidad se transformen en empatía. Puedes canalizar tus impulsos agresivos en causas que merezcan la pena y en tu trabajo o el desarrollo activo de tu branding personal. Precisamente como los/as mejores expertos en personal branding te confirmarán, no son sólo los/as que proyectan un aura continua de fuerza, de buenismo o de autoconfianza los/as que triunfan.
Existen grandes figuras históricas como Lincoln o Churchill que poseían esa fantástica capacidad de examinar sus defectos y errores y reírse de sí mismos. Y hoy en día entre nosotros y en el mundo de la marca personal contamos con nuestro querido Pablo Adán Mico que representa este espíritu a la perfección: ¿cómo si no sería capaz de escribir libros tan entretenidos, necesarios e irreverentes como ‘Mis conversaciones con Krizn: sobre las tonterías de la vida y de la puta realidad‘? o ‘SOS: Tengo un Jefe Tóxico‘?
Al igual que le ocurre a Pablo, los seres humanos que consiguen integrar su lado oscuro con éxito irradian una autenticidad que los convierte en irresistiblemente atractivos y que opera como un imán que atrae a personas y oportunidades a su causa. Todos debemos estudiar a fondo nuestra sombra antes de que esta se haga tóxica y emplear creativa y positivamente las fuerzas del lado oscuro que subyacen en nuestro inconsciente. ¡Algo mucho más fácil de decir que de hacer!
La Inteligencia Emocional en acción
Uno de mis libros favoritos del gran padre de la Inteligencia Emocional Daniel Goleman es ‘El Punto Ciego: La Psicología del Autoengaño‘. De su lectura se desprende las múltiples formas tan sútiles con las que todos nos autoengañamos sin ser conscientes de ello debido a la sigilosa influencia de nuestra Sombra. Como decía el gran poeta latino Horacio ‘Naturam expellas furca, tamen usque recurret‘ (‘puedes expulsar a la Naturaleza con un tridente, que siempre volverá enseguida’).
De repente, perdemos la compostura y nos cagamos en lo más alto. Pasado un rato, no sabemos dónde meternos, nos ponemos colorados y le echamos la culpa al covid, al estrés, y por supuesto negamos rotundamente el haber querido decir nada de lo que hemos dicho… cuando por supuesto lo contrario es la verdad. La Sombra ha hablado.
Claro que siempre podemos usar la táctica del Blanco y Negro: nuestra causa política/religiosa/social/sexual/deportiva (tachen la que no se aplique) es la moral y progresista y la de nuestros adversarios es la malvada y reaccionaria; nuestra Sombra tiene así vía libre para todo tipo de insultos, menosprecios, actitudes hostiles, intimidatorias, etc. Las grandes convicciones – no lo dudemos – siempre son uno de los pasaportes de nuestro lado oscuro para los comportamientos más siniestros.
Cuando no podemos ocultar ni reprimir nuestro deseo de poder, sexo, dinero, superioridad, etc. una de las formas más espeditivas de autojustificación que nuestra Sombra halla es siempre el mecanismo de proyección de esos deseos en los demás: son los otros y no nosotros los realmente ávidos y deseosos de todo lo que creemos que nos daría satisfacción y acallaría esas voces incesantes en nuestro interior. Y es que – como muy bien comprendió el más genial autor de todos los tiempos, William Shakespeare, no hay nada como escucharnos a nosotros mismos como para evolucionar: que se lo digan a Hamlet.
Una marca personal auténtica e integrada
La realidad es que nuestra cultura – y nuestra concepción de la marca personal no es a veces una excepción – nos impone estándares demasiado altos. Ninguno somos ángeles. Nunca ha exisitido una separación tan grande entre nuestro ser consciente e inconsciente y nuestra sombra como en estos tiempos en los que nos ha tocado vivir. Nuestra salud mental nunca ha sido tan precaria y se ha visto amenazada desde tantos frentes como en el momento presente. La ‘corrección política’ y las redes sociales lo han complicado todo aún más si cabe.
No me extraña que proliferen las películas de zombies, de terror apolíptico, de asesinos en serie y de venganzas sin piedad. Estamos hambrientos de expresiones culturales y artísticas del lado oscuro. Cuanto más civilizados y morales parecemos en el exterior, más potencialmente peligrosa es nuestra Sombra. La solución, desde luego, no es la represión. Nunca podremos alterar la naturaleza humana a través de un código moral forzado. Ese fue uno de los errores garrafales de la Inglaterra Victoriana, ilustrado por el triste destino de Oscar Wilde.
¿Cuál es entonces la respuesta? Detectar a nuestra Sombra en acción y, siguiendo la estela de los personajes de Shakespeare, hacernos auto-conscientes. Observarnos y escucharnos a nosotros mismos. Convertirnos en esos adultos que han conseguido integrar al niño y al adulto, a la oscuridad y la luz, al consciente y al subconsciente. No pretender ser lo que no somos. Somos seres humanos, hombres y mujeres volubles, imperfectos, sujetos al tiempo, a las emociones, a las modas y a muchas limitaciones.
Por eso os animo a todos y me animo a mí mismo a practicar – como bien hace Laura Chica – el autoamor. Y a la vez a crear una marca personal auténtica y sólida que abrace y que no reniegue de nuestro lado oscuro.
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