Las redes sociales han traído consigo una democratización de la libertad de opinión y expresión que muchos celebramos. No cabe duda, sin embargo, de que en ellas nos encontramos con muchas personas a las que les podríamos aplicar lo que Matthew Arnold afirmó irónicamente de Théophile Gautier en 1866: ‘Dice lo que le da la gana, pero desafortunadamente no tiene nada que decir‘. Y cuando debido a la ignorancia, al error, a la falta de humildad o incluso a la propia mala fe se difunden ideas y opiniones que poco o nada se ajustan a la verdad (lo que hoy conocemos como posverdad), nuestra sociedad se enfrenta a un reto sociológico de primer orden que bien merece más que una simple reflexión.
Esto no resultaría en sí tan problemático si no fuera porque las redes sociales han coincidido en el tiempo con lo que la notable crítica literaria Urmila Seshagiri ha denominado como el metamodernismo o post-postmodernismo. La exposición diaria a la ‘Reality TV‘ o telerrealidad, por ejemplo, ha traído consigo una peligrosa difuminación de las barreras entre la realidad y las ficción, más borrosas hoy que nunca. En literatura, la metaficción juega con el mismo y arriesgado concepto y los propios textos pretenden hacernos dudar de la veracidad de la información que parecen contener, como ocurre en la intrigante novela de Salman Rushdie ‘Hijos de la Medianoche‘.
Platón, el feminista (sic)
Aunque siempre defenderé la experimentación en la literatura, no tengo intención de hacer lo mismo con la ignorancia, el error o la mala fe en lo que se refiere a las opiniones que alegremente se vierten en nuestras redes sociales (y me estoy refiriendo muy concreta y especialmente al caso de España) como si fueran hechos en temas como historia, filosofía o sociología por parte de una vociferante y en ocasiones arrogante minoría que, por las razones que fuera, ha logrado un cierto eco en nuestros círculos patrios.
Entre otras y más poderosas razones no lo haré porque constato con pasmo el alto grado de credulidad que muchos conceden en las redes a auto-proclamados expertos, influencers y celebrities. De los graves peligros a los que nos puede conducir dicha credulidad, no hace que haga falta que les alerte tras haber sufrido a los Goebbels de ayer y estar padeciendo a los negacionistas de hoy.
Para ilustrar la seriedad del problema al que nos enfrentamos, quisiera mencionar una conversación en Twitter en la que participé ayer (8M, Día Internacional de la Mujer) en la que un profesor de filósofía de educación secundaria y articulista identificaba a Platón con el feminismo, del que consideraba había plantado las semillas.
A cualquiera de mis lectores que cuente con una formación filosófica digna de tal nombre – y no digamos a las feministas – tal afirmación les resultará en el mejor de los casos irrisoria y en el peor ofensiva, y la considerarán sin duda destinada a terminar en lo que con ironía hegeliana podríamos definir como ‘el cubo de la basura de la historia’. La pobre Mary Wollstonecraft debe de estar revolviéndose en su tumba; John Stuart Mill, el único filósofo al que hablando con propiedad se podría considerar ‘precursor’ del feminismo moderno, también.
Sin embargo, y ante la tenacidad del individuo en cuestión de mantener su tesis, apliqué ‘la regla de las 10‘ que ahora recomiendo a todos mis lectores que utilicen como método intuitivo, práctico y tremendamente eficaz a la hora de desmontar posverdades sin tener que perder un precioso tiempo y esfuerzo del todo innecesarios en debates estériles que no lo merecen.
La regla de las 10
Cuando en el contexto de la comunicación online, cualquier individuo realice una afirmación sobre temas como la historia, filosofía, sociología, antropología, psicología, etc. que nos resulte altamente dudosa, recomiendo vivamente seguir el siguiente proceder.
- Identificar de qué ambito procede la afirmación en cuestión (en nuestro caso, la filosofía).
- Tener a mano la lista de las 10 Universidades más importantes del mundo en las que se imparte esta materia
- Identificar a los/as catedráticos/as de las citadas universidades en la materia en cuestión
- Contrastar su opinión con respecto a la afirmación realizada en redes sociales
- Comprobar los resultados
Si observamos una total falta de apoyo a la información/opinión vertida en las redes sociales, podremos afirmar con casi total rotundidad que el individuo en cuestión no sabe de lo que está hablando, miente o se equivoca.
Apliquémoslo ahora al caso que nos ocupa. ¿Cuál es el número de catedráticos/as de filosofía de las 10 mejores universidades del mundo que sostienen la afirmación de nuestro tuitero de que Platón fue feminista o sembró las semillas del feminismo? Tras comprobar las facultades de las Universidades de Cambridge, Oxford, Columbia, Stanford, Princeton, California, Harvard, MIT, Chicago y Yale, obervamos que ninguno de sus catedráticos apoya activamente esa tesis.
Por supuesto que siempre podemos realizar una comprobación ulterior: catedráticos de prestigiosas instituciones que específicamente hayan sostenido lo contrario. Entre ellos hallaremos al profesor Lesser de la Universidad de Manchester, a la profesora Julia Annas de la Universidad de Arizona, Morag Buchan de la Universidad South Bank de Londres, el profesor Asher Horowitz de la Universidad de York, la profesora Abla Hasan de la Universidad de Nebraska, Luc Brisson de la Sorbona de París o la profesora Charlote Witt de la Universidad de New Hampshire (y formada por cierto al igual que nuestro monarca en Georgetown). Y no sigo por no aburrir.
Jaque a la posverdad
La libertad de expresión es uno de los derechos más queridos por todos nosotros. Sabemos que, al defenderlo, pagamos a veces un muy alto precio por ello: la confusión, el error, la mentira, el engaño y en los peores casos las apologías de la violencia que a muchos nos escandalizan.
En el océano de opiniones en el que nadamos en las redes sociales, no se dejen intimidar. Comprueben la biografía de quien les habla, su formación, y apliquen la regla de las 10 para poder disponer de un criterio propio. Lo sé, lo sé: ¿para qué tanto esfuerzo cuando una somera lectura de la Wikipedia nos habría mostrado que Platón pinta más bien nada en la historia del feminismo y John Stuart Mill mucho? ¿Y en serio alguien se puede creer que las semillas del feminismo las plantara precisamente… un hombre?
Y es que ya es hora de que los que no estamos dispuestos a comulgar con ruedas de molino pongamos en jaque a la posverdad. Las mujeres que tanto lucharon por conseguir esa igualdad que nunca parece llegar, y cuyo día acabamos de celebrar, es lo menos que merecen.
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