‘ESSE EST PERCIPI’: ser es ser percibido
George Berkeley, filósofo irlandés (1685-1753)
La marca personal en Internet y las redes sociales es un valor en alza. Como recoge un reciente artículo de María José Pérez Barco en ABC expresando un sentir cada vez más generalizado, «se ha convertido en un valor añadido». Se han escrito ríos de tinta sobre las tácticas, técnicas y estrategias más avezadas para que presentemos una propuesta de valor gracias a ella, pero hasta donde alcanza mi conocimiento muy poco sobre los presupuestos filosóficos que forman la base sobre la que se puede construir y desarrollar una marca personal. Por eso quiero ofrecer aquí un apunte para animar a una reflexión más profunda sobre sus implicaciones.
¡Viva la diversidad!
En su novela distópica ‘The Handmaid’s Tale’ (‘El Cuento de la Criada’), la escritora canadiense Margaret Atwood (galardonada en el 2008 con el Premio Prícipe de Asturias de las Letras) nos presenta una sociedad en la que el fundamentalismo religioso se ha impuesto y las personas han sido asignadas estrictos roles sociales de los que no se pueden apartar.
Las criadas que dan título al libro – mujeres que visten un hábito y un tocado que les impide mirar a los lados y que les impone una total uniformidad estética – pertenecen a una casta que existe únicamente para servir a los hombres que les son asignados en la que han perdido todo tipo de autonomía personal, derechos económicos y sexuales e independendencia de obra y pensamiento.

En esto, la imaginaria y siniestra ‘República de Gilead’ en la que la criada vive no es muy diferente a las sociedades teocráticas y/o totalitarias que conocemos y hemos conocido, que buscan la eliminación de la diferencia y de la diversidad y reducen al ser humano a su mínima expresión ética y estética. Frente a ello, la marca personal es una afirmación jubilosa de la democracia individual y colectiva, del derecho inalienable de todo ser humano a realizar su propia apuesta vital y de la diversidad como valor.
El valorar la diversidad reconoce y celebra las diferencias entre las personas, unas diferencias que son percibidas como un activo, y no como una amenaza. La diversidad tiene sin dudas muchas vertientes, entre las que destacaremos la sexual, multicultural, espiritual e ideológica entre otras. El respeto a la diversidad es el prerequisito filosófico y sociológico de la integración exitosa de todos/as como miembros activos y efectivos de una sociedad plural y democrática en la que actuamos como ciudadanos libres e iguales; una sociedad en la que podemos desarrollar en paz y libertad nuestro proyecto personal.
La marca personal es precisamente ese proyecto personal diverso y por lo tanto enriquecedor que aporta a la sociedad respondiendo a los mejor de nosotros/as mismos/as.
Una percepción creativa
Cuando el poeta romántico John Keats escribió «no sé nada de la santidad de los afectos del Corazón ni de la Verdad de la Imaginación», nos estaba en realidad invitando a considerar (y a celebrar) el funcionamiento de la percepción creativa en nuestras vidas. Nuestra imaginación tiende a enamorarse de la fantasía de otro/a, como demuestra el a veces patológico culto a las ‘celebrities’ que nos rodea y siempre la atracción erótica y romántica por los demás.
La ‘Verdad de la Imaginación’ se revela en todo su esplendor una vez que transcendemos las descripciones sociológicas más habituales y ramplonas (masa corporal, color de la piel, preferencias sexuales, profesión, edad, estado civil…) y llegamos a aspectos como nuestra relación con la naturaleza, nuestra conversación, nuestro sentido del humor y nuestros valores, aspectos todos que configuran nuestra apuesta de marca personal.
Como señaló muy acertadamente el gran psicólogo analítico James Hillman, «ver es creer – creer en lo que ves – y esto confiere validez a quienquiera que reciba tu visión. El don de la visión supera al don de la introspección, porque aquel don nos bendice y realiza un trabajo transformativo. La terapia introspectiva, sin embargo, predica y practica la ceguera de Edipo, que se preguntaba quién era realmente, como si uno pudiera encontrar la esencia de su ser mediante preguntas auto-reflexivas».

Pocas falacias han hecho tanto daño a la psicología como la de que nuestra esencia puede permanecer oculta, reprimida, olvidada o que sólo pueda ser recuperada por una introspección activa en el espejo de nuestra mente. Los espejos, como todos sabemos, sólo nos revelan medias verdades: sólo la mitad de lo presente y de lo que los demás ven. Lo cierto es que todos nosotros somos fenómenos a la vista, que existimos al ser percibidos. ‘Ser’ es ante todo ‘ser visible’. Dejarnos ver es lo que nos abre la puerta a nuestra auténtica felicidad. Por eso buscamos amantes, amigos y mentores: para ser vistos… y bendecidos en el proceso.
La marca personal es la invitación más directa a dejarnos ver y a la vez a revelar nuestro estilo, nuestra idiosincrasia, nuestras aspiraciones, en ocasiones nuestra vulnerabilidad y siempre nuestros valores.
Una imagen reveladora
La pregunta más estereotípica que nos hacemos unos a otros al encontrarnos en un contexto social es ‘¿cómo estás?’. Y es que en un sentido profundo somos como estamos, a lomos del momento presente, expuestos como en un desfile. Nuestro ser – quizás todo ser – es precisamente lo que parece ser, declarando quién, cómo y dónde es cada evento. Los gestos, el estilo, los colores, los movimientos, el habla y la expresión – en resumen, todos los elementos integradores de la imagen – revelan precisamente lo que es.
Tomando las riendas de nuestra imagen en un proceso iluminador de marca personal, por lo tanto, estamos presentándonos en nuestra mejor luz sin por ello ignorar que todos tenemos una sombra, que también saldrá a la luz lo queramos o no. Pero lo crucial es que ninguno de nostros tenemos un ‘yo’ real más allá de la realidad de nosotros mismos en nuestra imagen. Aquí estoy, delante tuyo: ¿me ves?
Pensemos en nuestro núcleo vital como un potencial esperando a ser desarrollado y escuchado en nuestras vidas. ¿No nos habremos equivocado al pensar que, en vez de ser un potencial oculto, es un potencial perfectamente visible en todas y cada una de nuestras acciones? La paradoja es que la invisibilidad de nuestra alma se muestra en el ‘cómo’ de cada una de nuestras actuaciones: la bellota es perfectamente visible – en el sentido más profundo y radical – en el roble. Ese es el desafío de nuestra marca personal: convertir lo invisible en visible, y hacerlo de una forma genuina y fiel a nosotros mismos y que al mismo tiempo contribuya al bien común.
Ortega y Gasset afirmaba que la mayoría de nosotros somos incapaces de describir a la persona que tenemos delante, pero que el ser incapaces de expresarlo no quiere decir que no la estemos viendo. Nos corresponde a todos y cada uno de nosotros el encontrar las palabras e imágenes correctas – sacadas a veces de una novela, otras de un libro de viajes, de una buena película o de quién sabe dónde – para que lo mejor de nosotros mismos sea revelado y que seamos percibidos con el ojo de la imaginación.
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